sábado, 9 de mayo de 2015

Cariño, soy minimalista



Sois muchos los lectores que me habéis escrito; por un lado, mostrando vuestro interés por saber si estoy bien; y por otro, animándome a seguir publicando. Muchas gracias, sabéis que vosotros sois los que dais sentido a Mínimo. Mis artículos son apenas la "chispa" para iniciar un debate y aprender todos de todos.

Eva Bautista, una de mis fieles lectoras ;-) me sugirió en un correo tratar un tema muy interesante y del que no había escrito todavía en este blog: cómo lleva el minimalismo la gente de mi entorno. Os contaré cómo ven este tema en mis allegados.


Lo primero, respeto a la diversidad

Soy vegetariano desde hace más de veinte años y nunca me ha gustado hacer proselitismo de la filosofía vegetariana, es más, la mayoría de la gente que me conoce ni siquiera sabe que lo soy. Creo que lo mejor es que cada uno coma lo que más le guste y todos contentos. Ahora bien, si alguien se interesa y me pregunta, entonces sí que doy mi opinión con mucho gusto; envío recetas, recomiendo restaurantes vegetarianos, tiendas donde venden productos vegetarianos y lo que haga falta...

Con el minimalismo me pasa algo muy parecido. En mi entorno hay gente que cada día lleva unos zapatos diferentes, y no se me ocurre poner ninguna pega ni tan siquiera hacer un comentario. Cada uno es muy libre de administrar su dinero, su tiempo y su energía como le venga en gana. Si una persona disfruta comprando y estrenando zapatos, estupendo, como el que disfruta pescando o viendo del tirón toda la saga del Señor de los Anillos..., cada uno es feliz a su modo. No intentaré convencer a nadie para que cambie su manera de ser. Ahora bien, si alguien se interesa por saber por qué demonios un tío aparentemente normal viste igual todos los días o se embarca en un viaje sin más equipaje que lo que lleva en los bolsillos, entonces, igual que con el tema del vegetarianismo, estaré encantado de explicar mi filosofía de vida.


Predicar con el ejemplo

Habiendo dejado claro que no pretendo convencer a nadie para que adopte una filosofía de vida minimalista, creo que, aunque sea un poco, he podido influir en mi entorno de tal forma que las personas cercanas han visto que hay otras opciones al "consumismo voraz".

Pongamos como ejemplo la televisión. Ya sabéis que no tengo tele en casa. Me parece un electrodoméstico totalmente prescindible y por eso nunca me he comprado una. Algunos de mis amigos ven que vivo perfectamente sin televisión y que el tiempo que perdería delante de la caja tonta lo empleo en leer, hacer deporte o cualquier otra actividad mucho más productiva. Ya hay algunos que han seguido mi ejemplo; me han dicho que mi caso les ha hecho reflexionar y han decidido no tener televisión ellos tampoco. No ha sido una labor evangelizadora, ha sido pura imitación: a mi amigo le va muy bien sin tele pues voy a probar yo también.

Eva, la lectora del blog de la que os hablaba antes, me decía que está adoptando algunos hábitos minimalistas; hace poco había vaciado su parte del armario y había quitado un montón de cosas que no usaba. Al día siguiente ¡sorprendió a su marido haciendo revisión en su parte! Me parece un ejemplo inmejorable de contagio minimalista.


Mi mujer

Después de unos cuantos años de vida en común, nos influimos mutuamente y nuestros caracteres, gustos y maneras de hacer las cosas se van entremezclado; y en esa mezcla entra, por supuesto, el minimalismo. A decir verdad, no sé quién de los dos ha influido más en el otro en cuanto a hábitos minimalistas.

Ella tiene desde siempre un hábito estupendo que todos deberíamos adoptar: las grandes revisiones al final de temporada. Tanto al final del verano como al final del invierno, hace una gran revisión de toda la ropa y el calzado que ha estado usando. Se deshace de lo que ya no sirve y limpia a conciencia todo lo que hay que guardar para el año siguiente. Si hace falta, lleva los abrigos o las chaquetas a la tintorería o arregla algún desperfecto en caso de que haga falta. Todo tiene que estar perfecto antes de guardarlo otra vez en el armario. Y, por supuesto, cada cosa va a su lugar correspondiente y bien protegido, todos los zapatos en sus respectivas cajas y los trajes, chaquetas y abrigos, en sus fundas. Aprovecha la ocasión para limpiar bien el interior del armario y renovar el antipolilla.

En los últimos tiempos, reconoce haberse contagiado un poco de mi hábito de vestir de la misma forma todos los días. No llega al extremo de usar uniforme, pero sí que ha visto cómo su indumentaria se reduce a tres o cuatro esquemas que va repitiendo de forma regular. No tiene varias prendas exactamente iguales como tengo yo pero sí que tiene lo que se suele llamar unos "básicos" o prendas que van bien con todo y que va combinando entre sí. En definitiva, tenemos un armario bastante despejado.


Mi hermana y mi cuñado

A mi hermana le encanta ir de compras, especialmente adora la ropa y los zapatos. No es para nada una persona superficial, tiene innumerables virtudes que no vienen al caso en este artículo; pero de momento, la búsqueda de la sencillez no es una de ellas. Su marido es el contrapunto perfecto; no se queda corto a la hora de comprar ropa y zapatos, pero es bastante más práctico y no se encapricha de algo si no le hace falta, como le puede pasar a mi hermana.

De mi cuñado, destacaría su determinación por deshacerse de lo que ya no usa. Tiene una casa grande que le permitiría ir acumulando trastos; pero él, ni corto ni perezoso, se desprende igual de una sillita de bebé que de unas puertas que acaba de cambiar ¡Para eso está segundamano.es!


Mi madre

Son muchos los valores que me ha inculcado mi madre de pequeño: la honestidad, la humildad, el esfuerzo, la paciencia... muchos y muy valiosos, pero ninguno relacionado con el minimalismo. Mi madre es la antítesis del minimalismo: nunca tira nada, ni revisa nada, ni se plantea nunca deshacerse de nada, ya sea una finca o un jersey. No le importa no haber usado algo en 20 años ni el estado en que se encuentre, simplemente es algo sobre lo que no reflexiona.

Me crié con esta mentalidad y me ha costado mucho esfuerzo y mucho tiempo quitármela de encima. Ahora estoy en el extremo opuesto.

Intento entender esta manera de pensar. Mi abuela también era así. Vivió unos tiempos difíciles. Guardaba como un tesoro cualquier pertenencia. Mi madre y su hermana heredaron esta mentalidad. Ésta última (mi tía) la fue cambiando a lo largo de su vida, pero mi madre siempre ha sido así y mucho me temo que ya no va a cambiar.

¿Cómo es vuestro entorno cercano? ¿cómo reacciona ante vuestras inclinaciones minimalista?

2 comentarios:

  1. Hola Luis José, te felicito por este artículo que, como he podido observar, te ha hecho reflexionar mucho sobre los hábitos y las costumbres de la gente de tu entorno.
    Estoy de acuerdo contigo cuando dices que tanto nuestra familia como la gente de nuestro círculo más cercano nos influyen de una manera u otra y, finalmente, nos hacen adquirir u olvidarnos de ciertas prácticas de nuestra vida cotidiana.
    Creo que el “mérito” más grande de todo lo que hacemos o no hacemos lo tienen nuestros padres. Son ellos los que nos enseñan la supuesta mejor forma de actuar en cada situación, al menos hasta que alcanzamos cierta edad para poder cambiarla a nuestro gusto.

    En la casa de mis padres, hacer revisiones de armarios al final de cada temporada era una ley no escrita. Mi madre me inculcó desde muy pequeña que esta era la manera óptima de mantener toda la ropa en orden y en buenas condiciones y así poder aprovecharla el tiempo que uno quisiera. Y la verdad es que hasta ahora no he descubierto una manera mejor para ello.
    Sigo este mismo “mandamiento” para llenar la nevera: todo lo que se guarda en ella se organiza, se revisa y se va gastando a tiempo.
    No sé si estos hábitos son más propios del estilo de vida minimalista. Para mi, son simplemente las reglas básicas
    y necesarias de organizar cualquier espacio de la casa para poder disfrutar de ella.
    De nuevo, gracias por tu publicación. Sigo aprendiendo contigo. Un fuerte abrazo.

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  2. Gracias a ti por compartir tus opiniones. Un abrazo.

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